miércoles, 14 de marzo de 2012
EL POLVO DE LA TIERRA
El polvo de la tierra
se queda pegado al pecho
de los que trabajan en los campos
o recorren los caminos.
El sudor del que siega tempestades
o recorta con su hoz
los filamentos del desprecio;
limpiarse el halo rojo de la frente
con unos labios de fuego
o unas manos ardientes.
Andar con paso firme y rápido
por senderos nuevos
o por los ya transitados;
caminar solo o acompañado,
el sol en la cabeza
y el aire que entra en el pecho.
La tierra, el polvo
que levanta el viento
y que puede refrescarte
o dejarte completamente ciego.
Pero ahí estás tú:
para saltar sobre los escombros
o alcanzar la cumbre
que nunca antes habías coronado.
se queda pegado al pecho
de los que trabajan en los campos
o recorren los caminos.
El sudor del que siega tempestades
o recorta con su hoz
los filamentos del desprecio;
limpiarse el halo rojo de la frente
con unos labios de fuego
o unas manos ardientes.
Andar con paso firme y rápido
por senderos nuevos
o por los ya transitados;
caminar solo o acompañado,
el sol en la cabeza
y el aire que entra en el pecho.
La tierra, el polvo
que levanta el viento
y que puede refrescarte
o dejarte completamente ciego.
Pero ahí estás tú:
para saltar sobre los escombros
o alcanzar la cumbre
que nunca antes habías coronado.
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