los escondidos entre los árboles,
los que huyeron entre asustadas golondrinas,
los evaporados en la espuma de los acantilados,
los ecos sonoros de los labios
y el cruce chispeante de miradas
que electrizaban como rayos
de tormenta ensañada con la tarde,
con los recodos lentos del río
que después corrían con tal desesperación
que cambiaban sus meandros.
Dónde estás tú, amor mío,
ya no te veo ni en mis sueños,
ni en las doradas espigas
de la mies recién cosechada,
ni en el brillo misterioso del alba,
ni en el ardiente rocío que se espera
más que el que aguarda
una pasión para estallarla
y nunca llega ni la hora ni la amada.
Oh Dios, Tú que has hecho todo lo que existe,
Tú que inspiras los templos e iluminas los cielos,
despierta mi espíritu para que mi alma
encuentre otra vez a su adorada.
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