domingo, 9 de agosto de 2009

UN ARROYO DE AGUA FRÍA

(Foto: Bienservida, agosto de 2009)
Por mis manos un arroyo de agua fría
y un puñado de silencio.

No cabe en mi pecho nada más que el pico
de la magnífica montaña.

Sólo sé del amor
el nombre que se deshace en mi boca.

No abro los ojos
sino a la caricia de las hojas heridas por el viento.

El devenir me sumerge
en la más extensa de las incertidumbres.

Ahogarse en uno mismo
para buscar al otro.

Asfixiarte en tus pensamientos
para conocer el rostro que se destapa
en una época alejada del presente.

Desconocimiento para salir ileso de la tortura,
del sufrimiento que te hiere y te socava
lento, pero tan persistente
que destruiría los cimientos de una inmensa catedral.

Morder la hierba
para vencer el huracán del tiempo.

Abandonar todos los caminos,
las rutas transitadas y los senderos inciertos.

Alejarse de uno mismo
para descifrar la clave del resurgimiento.

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