Salgo de mi casa en la calle Dr. García Reyes, de camino a El Salobral. Me topo con una enorme grúa y cuatro camiones repletos de operarios del ayuntamiento de Albacete. Algo "terrible" va a pasar. Contemplo frente a mí la travesía del Dr. García Reyes. Cinco pinos imponentes aguantan el bullicio de gente y herramientas (motosierras, cables, horcas, escobas). Regreso a mediodía y percibo la travesía desnuda. Un poco incrédulo me acerco al lugar donde hace poco los árboles respiraban vida, cobijaban aves. Casi a ras de suelo, los restos del estropicio: troncos segados y algo de serrín. Prefiero evitar los lamentos. Seguro que había razones para ello: quizá esas plantas centenarias hayan perdido su aparente equilibrio. Pasan dos días. Sábado de compras. Al volver de Mercadona, veo a Toñi merodeando en la zona del desastre, hablando con un vecino. Yo entro en el edificio. Casualmente, el ascensor tarda en bajar, la descubro abriendo la puerta y la espero. Su rostro es un poema descompuesto. La tristeza llena sus hermosos ojos. "No te lo tomes así -le digo-, seguro que para muchos vecinos es un alivio el despreocuparse de las cagadas de los pájaros en la carrocería del coche o la resina en los cristales de los parabrisas”. Me mira y no sé si quiere sonreír o perdonarme la vida. Intento que se olvide un poco de lo que aconteció y de los movimientos previsibles de la semana próxima, pues esto aún no ha terminado. Las señales así lo indican: "No aparcar del 26 al 29 de noviembre". Me quedo en el quinto y ella vuela a las alturas, a su casa privilegiada desde donde se debe de contemplar el mar de pinos del parque, las copas de otros árboles en las avenidas, el campo y la sierra hacia Peñas de San Pedro. Estoy comiendo y me encuentro mal, porque Toñi está mal, porque ella siente como propio el destrozo desgarrador del árbol cortado. ¿Y yo soy poeta? ¿Y yo estoy codo con codo respirando el aroma del haiku, su camino empapado de naturaleza? Lo dejo todo, mi piel es su piel, aunque yo no tengo su sensibilidad, su inspiración... Enciendo el ordenador y escribo sin corregir ni pensar, intentando sentir lo que ella sentiría, lo que experimenta desde su noveno piso cuando echa la mirada a la calle, lo que dentro de poco, quizá en este mismo instante, escribiría:
Corta de pinos.
Ya no veré palomas
entre sus ramas.
Tala de pinos.
Sólo coches y asfalto
desde mi casa.
Pinos cortados.
Dónde dormirán los tordos
esta noche.
(No sé si lo que acabo de escribir es un haibun, un "seudo-haibun" o ninguna de las dos cosas???)
5 comentarios:
Terrible, Rafael.
Y no te preocupes si tu hermoso escrito es o no es un haibun.
Estás dejando testimonio de un desastre. Un desastre pensado, calculado, ejecutado fríamente.
¿Valdrá esa larga pena?¿Habrá razones suficientes para justificar el daño?
Tu corazón encogido por ese atropello y solidarizándose con el dolor de Toñi... Dolor que a la distancia comparto. Porque... mientras en el mundo se sigan matando inocentes, niños y adultos, mujeres y hombres, ancianos y enfermos, ¡¿qué pueden importales los pinos?!
Gracias, amigo, por tu gesto y gracias también por dejar en "Hojas de Haiku" tan hermoso comentario, que espero merecer.
Allí te he respondido.
Un fuerte abrazo.
Siempre igual, cuando comprenderemos
que la tierra no nos pertenece, que
somos solo un segundo en este planeta
al final lo lograremos, nos quedaremos solos, que tristeza me da
de pensar que le vamos a dejar a
nuestros nietos.
Buena entrada a ver si la leen los
del ayuntamiento y plantan algo
donde había vida.
Un saludo y buen finde.
Muchas gracias a ti, amigo Juan Carlos.
Y gracias por comentar las cosas que van surgiendo en mi corazón
Muchas gracias Paco e inspiradas palabras que dedicas en tu comentario. Cada vez que te leo o te acercas a mi blog, recuerdo los paisajes de San Pedro del PInatar. Espero volver el `próximo verano.
Has escrito tres haikus muy inspirados, y también tristes, porque el asunto es deprimente. Qué importa que los pájaros ensucien los coches... también nosotros ensuciamos el planeta sin preocuparnos demasiado. Además, qué sería una ciudad sin árboles, sería una especie de cementerio de nichos y andaríamos todos intoxicados por los humos. Así que me pongo a favor de Toñi y de todos los defensores de los árboles. Saludos,
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