lunes, 11 de julio de 2011

VENCEJOS EN LA ANOCHECIDA

En el banco, las vecinas se sientan a recoger no sé qué aire fresco. Con sus caras de siempre y su conversación añeja, me miran pasar y  nos saludamos, amablemente, como corresponde. La noche está más cerca que eso que denomimamos "día", "aún es de día", parece que en este tiempo el sol no encuentra el momento de descansar. Yo escucho los gritos de guerra de los "aviones", esas aves incansables que no paran, desde que sale el sol hasta el ocaso, de abrir el pico y capturar, como un oficio largamente aprendido y que se practica maquinalmente, todo bicho alado que en el aire existe. Apenas se dibujan los contornos de las casas, la luna ya aparece y las farolas despuntan con su fuego de dioses. Pero ellos no descansan, son ajenos al día o la noche, a la luz, la sombra o la oscuridad. Esta anochecida, demasiado calurosa, siguen en el cielo un número mayor de lo acostumbrado y sin la necesaria claridad del día.

          EN EL CREPÚSCULO,
          VENCEJOS INCANSABLES.
          NI GOTA DE AIRE.

2 comentarios:

Juan Carlos Durilén dijo...

Un buen haibun de verano, querido Rafael.
Sin duda, se siente la luz incansable, como los vencejos, y el agobio de la estación. Un haiku que encierra lo experimentado.
Me encantó en el texto eso de "las vecinas se sientas a recoger no sé que aire fresco", llevadas por una vieja costumbre. Muy bueno.

Gracias, amigo, por esta estampa.
Un abrazo.

Rafael Castillo dijo...

Gracias Juan Carlos, por tu comentario. Dos cosas me sorprendieron: mis vecinas en la calle, como de costumbre al anochecer, pero con una temperatura ambiente excesiva, y los aviones (vencejos, más numerosos de lo habitual y a en un momento de escasa luz diurna.No lo he vuelto a ver.
Un abrazo.