que me hicieron los malditos,
los que empuñaban hoces
cerca de las gargantas,
los que con sus puños
machacaban corazones,
las ansias de libertad
que huían por nublados horizontes.
Maldigo a los asesinos
de mis grandes ilusiones,
de mis esperanzas frustradas
y mis sueños de colores.
Quiero darme tiempo,
dárselo a una época
que no se desvanece,
que, plena de óxido,
se resiste a desaparecer
entre chatarras viejas.
Mis ojos no duermen;
mi voz no descansa,
mis piernas me llevan
a un paraíso yermo.
¿Cuándo podré enfrentarme
a mi propio desierto?
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