El polvo ácido de los días
socavando la memoria,
incrustando en la piel
la sarna casi imperceptible
que te corroe en silencio.
Como cucarachas traicioneras
que acechan en la oscuridad,
las horas se agolpan en tu pecho
para no darte ni un respiro;
quisieras dejarte inmaculado,
rociarte la cara
con polvos de arroz
y el resto del cuerpo
con cremas y perfumes;
desearías ser el ungido,
el hijo de un dios
inmune al paso del tiempo.
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