lunes, 18 de julio de 2016

Finalista del “IV Premio de microrrelatos Manuel J. Peláez” (Zafra, Badajoz, 2016)



He sido Finalista y publicación en la antología del “IV Premio de microrrelatos Manuel J. Peláez”, (Zafra, Badajoz, 2016). Han publicado “55 microrrelatos que el jurado ha considerado mejores entre los 1.765 textos recibidos”.

Este es el mío:


EL ESCULTOR DE MARFILES

Estuve en el dentista. Le insinué que para una muela no era necesario que me suministrara mucha anestesia, pero él insistió, “cuanto menos dolor, tanto mejor”. No sé cuánto duró la intervención; me dio una palmadita, me quitó el babero y me dijo que todo había salido perfectamente. Y se dibujo una sonrisilla en su rostro. Quedé satisfecho con el resultado y me marché a casa. Por la noche apenas unos líquidos y un enjuague con un antiséptico. Pero otro día, cuando me dispuse a cepillarme la dentadura, presté más atención y distinguí algo en mis dientes, algo extraño, casi imperceptible. Parecía como si se intuyera un templo, y más concretamente la fachada, apenas esbozada, pero lo suficiente para recelar que había sido trabajada expresamente. Llamé a un amigo. Usó una lupa para comprobar fehacientemente el caso. Un trabajo perfecto estaba realizado en mi boca: habían sido talladas líneas, surcos que iban perfilando un paisaje, en este caso, la entrada a un templo. Era algo delicado y magnífico, de una sensibilidad y manejo de los instrumentos admirable. Con el paso de los días asumí mi destino, pero me interesé en contactar con otros pacientes que habían sido atendidos en la misma consulta. La mayoría nada quisieron saber, presos no sé de qué prejuicios; por fin, pude conectar con algunos; los invité a charlar en un bar, les pagué lo que consumieron, con la intención de ganarme su confianza; hablamos de cosas triviales…pero estaba muy atento a los movimientos de sus labios, a sus dientes, a atisbar cualquier mínima señal de haber sido trabajados. Unos tenían paisajes de montaña, campos de cereal; otro, instrumentos musicales que formaban una pequeña orquesta, y tan bien tallados, tan perfectamente realizados, que no se dibujaban, sino que, según la incidencia de la luz, se adivinaba lo allí creado. Era la obra casi secreta de un autentico artista, yo diría de un genio, tal vez frustrado, o todo lo contrario: un escultor que quería dejar una huella indeleble en el umbral del tiempo.


3 comentarios:

Alberto Yagüe dijo...

Muy creativo el argumento, y con un trasfondo del sentido del trabajo... enhorabuena por resultar finalista, Rafa!!

SUSANA BENET dijo...

Original, sorprendente y muy bien escrito. Enhorabuena, Rafa.

Pilar dijo...

Muy creativo y sorprendente Rafa. De algo tan trivial como ir al dentista has sacado este microrrelato tan imaginativo. Enhorabuena por tu merecido premio.