jueves, 6 de febrero de 2014
LOS CHOPOS, un texto que escribí en 1979
¡Qué
tiernos están los chopos! Uno camina por la chopera entre ese mar de brazos
finos, de hojas nuevas y se siente joven, nuevo, vividor. Siempre mirando al
cielo. Es como si no pisaras la tierra.
Es
bello mirar esos alargados mástiles, erguidos, que quieren abalanzarse sobre las
nubes; pero no ves la tierra. Hasta que, de pronto, en un montículo, dentro de
ese lago inerme pero todo armado de ramas al viento, contemplas el suelo ese de hojas
muertas. ¡Qué contradicción! El viento no ha arrastrado todas las hojas que
cayeron este otoño. Se han quedado aplastadas, casi en los huesos puros, para
despertarme y sacarme del cielo bonito; ellas, en su pequeñez destruida, son
bellas también. Las miro y contemplo lo poco que valemos en este mundo. Somos
carne del viento, pasto de este tiempo que no perdona, que no puede perdonar, y
yo se lo agradezco.
¿Qué
sería de nosotros si nunca muriéramos? Posiblemente estas hojas muertas no
serían eso ahora: puro esqueleto. Sí, viendo estas hojas contemplo lo bonito de la
vida. Siento que llegaré a la madurez y que un día seré puro hueso, tal vez
nada. Pero quedará una parte de mí en mi obra.
Una
hoja es muy importante. Espero que mi vida sea también tan transcendental como una hoja;
hoja que coges de un árbol o del suelo, la metes en un libro; vuelves y la
encuentras seca pero en toda su esencia; la enseñas a tus amigos y les dices:
"Esta hoja tuvo vida".16-4-1978
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1 comentario:
Muy bonito!!! Que sentimiento interno despierta la vida.
Azahar
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