una ninfa de fuego
y agua salada
que me quema y me aviva
las heridas abiertas.
Me abraza, me sorbe toda la savia
desde mi más profunda raíz.
Ya no hay dios que valga,
santuario que pueda retenerme.
Me lanzo como una bomba,
con mi boca hambrienta
y mi pecho echando chispas,
impaciente y poderoso,
hacia sus senos abundantes y frescos,
a sus glúteos firmes que muerdo,
que aprieto contra mí y los elevo al cielo.
Luego parece que reposo,
miro sus ojos semiabiertos,
beso intensa
y prolongadamente sus pezones,
el aura cálida de sus pechos,
y allí fenece el tiempo;
el lugar de los milagros
me enternece y me excita;
y mis labios no se cansan
y mi lengua está en guerra.
Cae una lágrima,
un lamento de caracolas muertas
y un suspiro tétrico y apagado.
Nubes sobre la arena.
El rencor de la ninfa serena
y la huida del centauro apagado.
La brisa no quema,
tampoco alivia los ojos de tristeza,
la boca seca y el pecho
hundido en su propia brecha.
Llueve. Se apagan las hogueras.
¿Quién será capaz
de volver a encender la mecha?
Amor mío, amor mío, vivías
en el placer del agua
y ahora todo es sequía.
3 comentarios:
Hola Rafael!!
Veo que has puesto unas entradas muy chulas. Las fotos y los poemas, todo está muy bien.
Me han encantado las puertas, el contraste entre los colores y las texturas.
Y éste último de la Ninfa me ha gustado mucho.
Un abrazo. Toñi
A ver si sacas algún gato de Povedilla ... seguro que alguno habrá, en algún rincón.
Un abrazo :-)
HOLA RAFA! ESTA BIEN LA POESÍA, PERO EL FINAL UN POCO TRISTE,RESPECTO A LA FOTO JOVENCITA COMO TE GUSTAN.
UN SALUDO
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